Con cinco años, tiene un talento innato para la danza que sorprende y rompe prejuicios
Lizandro comenzó a bailar por puro instinto. Comenzó a estudiar hace pocos meses y ya fue evaluado por Eleonora Cassano. “Quedó fascinada por su destreza”, aseguran.
“Antes no bailaba, pero ahora sí”, explica sonriente Lizandro mientras se pone solito las zapatillas de danza clásica y se pone a hacer piruetas que sorprenden. Lichi cuenta también que quiso empezar a bailar después de ver la película Ballerina a los 4 años, en pleno encierro por la pandemia. “Hay chicos que ven el Hombre Araña y de golpe quieren ser el Hombre Araña, a él le pasó algo parecido con Ballerina, pero cuando empezó a bailar y a hacer figuras por su cuenta, solito, nos sorprendió a todos lo bien que le salían”, explicó su mamá y agregó: “Me parecía muy loco como él se expresaba, muy natural”.
Esa misma sensación tuvo Guillermina Marini, directora de la escuela de danzas Tocando el Cielo, donde Laura llevó a Lizandro a averiguar por las clases. El primer encuentro fue virtual y Lichi, a sus 4 años, no lograba sentirse cómodo con esa modalidad distante. “Ya en esa oportunidad me quedé muy asombrada, lo poco que pudo hacer en esa clase virtual ya se veía esas condiciones. Lichi se escondía de la pantalla, hacía y no hacía, pero ya se veía una postura, el empeine, algo había. Cuando su mamá me pasó algunos videos me quedé con la boca abierta, te das cuenta lo dúctil que es él, no sólo con el ballet porque en el medio quizás hace una medialuna o un baile de otro estilo. Tiene un oído muy natural, en un golpe hace una apertura de piernas que le sale, a esa edad no lo hace nadie”, cuenta quien ahora sí es su profe, desde hace algunos meses cuando Lizandro comenzó a tomar clases dos veces por semana.
Así el pequeño que terminó este año preescolar bailaba y sorprendía a quien lo conocía. Hace pocas semanas fue uno de los 20 alumnos de la academia que fue evaluado por la mismísima Eleonora Cassano, que vino a Funes a tomarles examen. Lo que su mamá, sin saber nada de ballet vio como “algo que se notaba de manera natural” y su profesora confirmó con “tiene una capacidad técnica que no se le ve a un nene o nena de su edad”, fue corroborado por la misma Cassano: “Quedó fascinada, siendo muy cuidadosa y sin perder de vista que es un nene muy chiquito, le sorprendió”.
Es que “se nota al observarlo, tiene cosas que hace que son muy difíciles, que requieren técnica, y él lo hace innato. Hace saltos realmente complejos, muy complejos que a lo mejor lo hacen bailarines de 20 años”, cuenta Guillermina.
Pero a lo que Lichi logra de manera natural, casi sin esfuerzo, hay que sumare otros desafíos que no son poca cosa para lo que se propuso, tan decidido a tan corta edad. La mirada del otro es un obstáculo que, si bien él no lo siente y no debería tener que sentirlo, su mamá, sus docentes y su familia saben que existen. “Sin dudas que hay que lidiar con los tabúes que existen por incentivar en él eso, tanto a nivel social como familiar”, cuenta Laura y remarca que ha tenido hasta discusiones familiares, y reconoce que el prejuicio que puede existir es algo a ocuparse: “Cuando ocurre eso mi respuesta es que “en lo que vos ves como prejuicio, yo veo arte”. Pero igual Lichi se empezó a expresar tanto que les tapó la boca a todos. Tiene algo innegable en el baile que yo como mamá no puedo dejar pasar y acompañarlo”.
Guillermina, su docente, tampoco ignora que son situaciones que lamentablemente abundan. “Como profe me ha pasado, no mucho porque no tuve muchos varones, pero si haber vivido oportunidades de que nenes quieran venir a danza y no se lo permitan”, lamenta sobre el prejuicio tan arraigado.
Mientras, Lizandro no hace otra cosa que esforzarse por seguir aprendiendo ballet, algo que despertó su pasión, que tocó alguna fibra y que lo impulsa a moverse al ritmo de cualquier canción que suene. “Me gusta escuchar Sía”, cuenta Lichi. A pocas semanas de cumplir seis años, el pequeño niño ya muestra dos enormes virtudes: talento y tenacidad, trabajo y empeño por pulir sus movimientos.
“La atención que presta, hace cosas que salen dentro de él, pero además es muy observador. Yo le marco algo y el observa e intenta. Le marqué una vez un ejercicio para que estudie un salto aparte, inmediatamente lo ví probando en la barra, probando y probando. A la clase siguiente ya vino con ese salto impecable, debe haberse pasado todo el día ensayando”, cuenta Guillermina y Laura corrobora: “Si, si se le mete algo en la cabeza que tiene que hacer, en dos días lo hace. Intenta, intenta e intenta, bastante autodidacta. Pero sí, a los dos días logra lo que se propuso”.
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